Dos centros de Yan Couto. Un remate de Stuani y otro de un defensa del Valencia, al alimón con el uruguayo, eternamente ahí. Dos goles del Girona. Una nueva remontada. Una más. Dosis extra para engordar el sueño. O la realidad.
Porque cuando uno suma ya quince partidos disputados no se puede hablar de sorpresa, revelación o como quieran llamarle. Este Girona es ya, por méritos, por derecho propio, por convicción, por juego, por carácter y por muchas cosas más, un candidato en mayúsculas. Un candidato a todo.
No ha sido, no, el mejor partido de este Girona. De un equipo que parecía abocado a la segunda derrota del curso, a su segundo tropiezo consecutivo tras el parón de selecciones. Pero este equipo , entre otras muchas cosas, tiene ángel. Fue entrar Yan Couto por un Pablo Torre que a su vez había sustituido en los compases iniciales al lesionado Yangel Herrera y en el primer balón que tocaba, ponérselo en los pies de Stuani (¿quién si no?) para que empujara el 1-1. Y Montilivi enloqueció.
Y perdió definitivamente los papeles poco después, cuando con los mismos protagonistas y la colaboración (él no quería) de un defensa valencianista llegaba el 2-1. Savinho puso el tercero, tras una contra de cine, pero un fuera de juego del incombustible u-ru-gua-yo invalidó la acción, previa mediación del VAR.
Rubén Baraja, en el tiempo que se tomó el colegiado para decidir, miraba sin ver nada, con la vista perdida en un horizonte que dibuja el nombre del Girona con letras de oro. Acabó el partido y uno de los primeros que fue a abrazarse con Stuani, con el héroe, un día más, del Girona, fue David López, protagonista involuntario (tampoco él quería) del tanto de Hugo Duro, llegado tras una indecisión del de Sant Cugat.
Vuelve a ganar el Girona. Vuelve a remontar el Girona. Sigue estando arriba el Girona. Y la próxima jornada, Montjuïc, el Barça. Derbi catalán por todo lo alto. Con un mismo objetivo, aunque parezca mentira. Pero es que el Girona de Míchel se lo ha ganado. Porque este equipo, por si alguien lo dudaba, es candidato. Entre otras cosas, y no es poco, a sentarse a la mesa de los grandes.